martes, 17 de septiembre de 2013

'Condado de Niebla'


Imagen tomada del Centro de Interpretación de nuestra localidad donde aparece "Condado de Huelva" 

El ‘Condado de Niebla’ tiene que servir para unir a todos los iliplenses bajo esa identidad histórica que nos corresponde frente a las continuas denominaciones y embates contraproducentes para el desarrollo turístico de Niebla. 

La denominación “Condado de Huelva” podemos encontrarla en la Mancomunidad de Desarrollo provincial, una entidad supramunicipal que fue fundada en 1991 con el objetivo de promover y fomentar el desarrollo de los municipios que la conforman, entre los que se encuentran Niebla, que accedió a dicha Mancomunidad precisamente bajo el mandado del PSOE en nuestro pueblo sin reivindicar la identidad histórica que nos corresponde. Más tarde, en 1996 se crea la Asociación para el Desarrollo Rural del Condado de Huelva con el objetivo de impulsar el desarrollo de la comarca, y de la que Niebla vuelve a formar parte bajo el mandato del PSOE en nuestro municipio y de nuevo con la denominación “Condado de Huelva”. Así, una década más tarde y bajo el mandato del Partido Andalucista en nuestro Ayuntamiento se crea el Centro de Interpretación del Condado donde la referencia anacrónica “Condado de Huelva” vuelve a aparecer y esta vez como explicación desatinada de la historia de nuestra comarca.

Hay que recordar que el Condado de Niebla comprendía además de nuestro municipio muchos pueblos actuales de la provincia como Trigueros, Beas, Rociana, Villarrasa, Lucena, Bonares, Calañas, Valverde del Camino, Paymogo y, en un primer momento, Tejada, entre otros muchos. Con la adquisición de Bollullos y de Almonte, éstos se incorporaron definitivamente al Condado al estar unidos territorialmente a él. También se produjo la unión geográfica de nuestro enclave con el señorío de Sanlúcar, al otro lado del Guadalquivir y en el otro extremo se llegó incluso a conectar con la frontera de Portugal, ya posteriormente con la inclusión de la villa de Huelva se posibilitó la salida al mar del Condado. Por lo tanto, nuestro enclave forma parte de las raíces de nuestra provincia, y los iliplenses como herederos legítimos del Condado de Niebla tenemos que defender nuestra identidad frente a determinados embates que perjudican y atentan contra la legitimidad de todo un municipio, enraizado y unido por la historia, un enclave laureado incluso en el ámbito literario por autores como Góngora y Juan Ramón Jiménez, entre otros.

El desarrollo turístico de nuestro municipio va unido a la defensa de dicha denominación, por lo que el Ayuntamiento de Niebla ha de aprovechar todos los cauces y medios necesarios para impulsar la denominación condal, que legítimamente acoge el buen nombre de Niebla.

Concluyo tomando como referencia una cita de un célebre escritor: “La voz del pueblo es la más sonora salva”, y con las embestidas a nuestro enclave debemos defender la voz de todo un pueblo, ya que nuestra identidad está en juego.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Nuevo tiempo, nuevos horizontes

Empezamos el curso político y con ello el nuevo ciclo ya iniciado por el Partido Popular de Niebla en el mes de marzo a través de la reelección de Antonio Fernández como presidente y Gonzalo Amador como nuevo secretario general así como la renovación de todo el Comité del PP iliplense. Por tanto es hora de hacer balance de los últimos meses, un periodo de tiempo que ha seguido una línea de trabajo: Entrega, Iliplensismo y Compromiso con Niebla. Os dejamos un vídeo que refleja esta tendencia: “Nuevo tiempo, nuevos horizontes”:


jueves, 5 de septiembre de 2013

Niebla y Juan Ramón Jiménez

A lo largo de nuestra historia Niebla ha protagonizado acontecimientos muy importantes forjando una identidad fundamental de la que debemos sentirnos orgullosos. Una identidad patrimonial que ha tenido destacadas referencias literarias, como la de nuestro paisano onubense Juan Ramón Jiménez en su balada dedicada a la ciudad de Niebla. Un gran orgullo para todos los iliplenses y que hoy comparto con vosotros:

“Niebla, ciudad condal, tiene un río carmín –sangre mora dice el pueblo- que le lame las murallas. Al amanecer, aún cerrada la Puerta de las doncellas, los olivos de la orilla tiñen de un pálido verdor a la bruma rosa; las cascadas en que el río se desata son de espumas malvas, rosas y violetas y las murallas se ponen de un oro enrojecido frente a la aurora. Las fachadas del Oriente y el Oriente anuncian en sus cimas el primer oro del día.
El día en derredor de la ciudad es silencioso. Adelfas blancas y rosas pueblan las orillas calizas y viejos molinos oxidados esconden entre rocas su miseria. Los niños moros cogen, al sol, palmitos y por la Puerta del Sol salen, con dedos comidos de cal viva, los caleros tras sus asnos cargados de seca y frágil blancura…
Por la tarde, las niñas juegan en la fuente de la Puerta de los Milagros. En la pradera verde de la fuente dulce, pacen, llenas de sol poniente, las vacas que vuelven del sesteo, mientras el pastor pone en los muros la piedra de su honda. Y el cielo se torna malva y amarillo, y el rio negro. Y un viejo campanario sin campanas recoge en sus ojos a Venus, desnuda y de plata.

De noche, es un silencio de estrellas; el farol soñoliento de la Puerta del Norte alumbra temblorosamente a los mendigos que duermen bajo el arco, y la muralla es de ceniza, celeste y carcomida. Se dijera una tumba la ciudad- A lo lejos resuenan los trenes por los campos solitarios y la brisa tibia hace una música de lenguas de bronce por los olivares… y las estrellas blancas, azules y verdes son de sangre en el fondo del rio…”